El estudio de Toráh es la mitzváh con mayor peso, equivalente al resto de las mitzvoth. El tiempo disponible de estudio no utilizado para este fin es el error más común entre muchos. Sin embargo, dice el Baal Shem Tov, acerca de la importancia de recibir invitados en casa, que inclusive si el invitado le quita tiempo de estudio al anfitrión e incluso, si se da la posibilidad al recibir invitados de que se provoque Lashón Hará en casa, aun así, seguirá siendo más grande la mitzvah de recibir invitados en tu casa que el propio estudio de Torah.
¿Qué significa tener invitados? ¿Cuál es la esencia del anfitrión y el invitado? ¿Cuál es su relación con Di-s?
Un invitado básicamente tiene la oportunidad de disfrutar de los placeres de la casa, desde comida, techo, e inclusive ropa. El invitado es atendido de forma gratuita en todos los sentidos, sin algún tipo de pago a cambio. Posiblemente el objetivo mayor sea que el invitado disfrute del placer de la compañía del anfitrión, el cual se encarga de hacerlo sentir bienvenido, cómodo y agusto. La mejor forma de recompensar a su anfitrión, solamente será reconociendo la bondad, agradeciendo su favor, y expresando su placer de la experiencia.
La más alta calidad de invitado, es aquél que muestra esta gratitud, disfruta de todo lo que le proveen, cuida de la casa y de los bienes prestados, y al final trae un obsequio, agregando algo nuevo a la casa de la persona que lo invitó.
La peor calidad de invitado es aquel que desprecia lo que es ofrecido, no reconoce el favor de la invitación, maltrata la casa y los bienes como si no tuvieran dueño, aún peor, se queja de la experiencia, maldice y deja en mal estado el lugar.
El invitado somos nosotros.
El mundo es la casa de Di-s, en donde todo está listo y preparado para que Él disfrute al compartir el placer de su hogar con nosotros. Cada detalle está colocado de forma intencional con conocimiento específico de los gustos y necesidades de cada uno. Todo es gratis, nuestro sustento está garantizado, nuestra vida lista para ser toda una celebración. La condición única para estar consciente de esta realidad es dar gracias y reconocer el dueño de la casa.
El placer más grande no proviene de los bienes, sino de la compañía, no podemos dejar de agradecer cada detalle colocado para nuestra estancia, sobretodo, no podemos ignorar al anfitrión.
Él siempre está en nuestra compañía, desde que despertamos hasta que dormimos, en la mesa y en nuestras actividades cotidianas, y en cada momento de nuestra estancia en esta casa temporal a la cuál hemos sido recibidos como invitados de honor.
El mejor de los anfitriones es capaz de hacerte sentir en casa de forma literal, te hace sentir tan a gusto que sientes que es tu propia casa, al punto en el que no se nota la presencia del verdadero dueño, eso lo hace Di-s muy bien.
La calidad de nuestro disfrute en esta invitación especial va ser directamente proporcional a nuestra capacidad de agradecimiento de cada detalle, del reconocimiento y aprecio a nuestro anfitrión. Es importante saber que el mayor de los placeres que pudiese recibir un anfitrión es que el invitado pase tiempo con Él y lo conozca.
También es adecuado que dejemos la casa en mejor estado de cómo la recibimos, quizá con un obsequio de agradecimiento de nuestra parte lo podemos lograr. El mejor de los obsequios simplemente será nuestra huella en este mundo. Dejarlo mejor que como estaba.
La invitación no viene desde las afueras de la casa, no proviene desde el pasillo, o el patio, sino desde el interior de lo más privado que tiene una persona, quizá, desde un cuarto de la casa, algo dentro de nuestro ser.
Estamos siendo atendidos desde lo más interno de nuestro Creador, no dejemos pasar la oportunidad de ser unos invitados dignos que saben valorar el favor y principalmente no nos olvidemos de apreciar a nuestro anfitrión.
Inspirado en Baal Shem Tov (perashá Vayerá)